13 de agosto de 2008

Abonando


A menudo las tierras de esos pequeños agricultores de mi tierra se llenan de insoportables olores, de montones de excrementos que configuran un panorama bastante desolador. Sin embargo, es el paso del tiempo el que hace que todo cambie, girasoles enormes, altos y cabezones, a menudo poco dueños de su obligación diaria pero que en su conjunto redactan formas de luz, sombra y movimiento de indudable valor.

Las personas somos frecuentemente como campos que necesitan su temporada de abono, su tiempo de barbecho, de reflexión y de recuperación. La velocidad de los minutos, la ligera de las horas y la desaparición de los días hacen que la mente se vea colmatada por sentimientos y conceptos poco equilibrados. Es necesario descansar, desconectar y pensar, esas horas delante del techo, tumbado, pensando y equilibrando todo ese arsenal que se ha acumulado en la despensa. Ahora puedo saber donde están las cosas, puedo decir que las tengo a mano, incluso me puedo dar el lujo de decir que me gusta como ha quedado.

Después de un mes sin aparecer por aquí vuelvo con las pilas cargadas, llenas de ilusiones y sobre de ganas de vivir nuevas emociones. Pronto comenzará un nuevo curso académico, las pruebas deportivas no pueden ser más atractivas y encima cuando son compartidas con amigos y con mis hermanos. Septiembre será un mes de reencuentros, como mi blog, como la vida. Espero que esas conversaciones que tenemos y que disfruto con mi entorno no terminen nunca, porque me gusta. Ahora puedo decir que me encuentro bien, con fuerzas y con actitudes, que sin duda alguna es lo más importante.

El mes pasado deparó grandes cosas, dos triatlones más en mis piernas, Posadas enorme y Sevilla seco, ambos disfrutados y vuelvo a repetir, compartidos. Un duatlón en la tierra donde muere el Guadalquivir, esa que Carlos Cano describe con tan grandes palabras y en la que sin duda Javi fue el gran héroe, felicidades desde aquí porque tú también recogerás tus frutos. Cursos en Cádiz, aunque breves, motivadores y sobre todo ese gran viaje a la Isla, a casa de mi hermano, a Tenerife. Algo más de una semana para descansar, pensar, descansar y subir al Teide a 3718m de altitud para poder ver lo que te rodea desde una nueva perspectiva, para saber que la emoción nace de la persona y el gozo es perseguido por aquellos que quieren ser felices. Es difícil verme en un avión, seguramente porque siempre diré que la física no aprueba la elevación de ese gran pájaro, pero estoy seguro de que repetiré, de cada año, de que cada día y cada momento abonaré esa cosecha para saber, que solamente con dedicación, con actitud y con cariño las cosas son mejores, porque es necesario entender que donde cae una semilla crece un gran árbol.

Destierros

Destierros
Esperaremos la posibilidad

En honor a un gran hombre

En honor a un gran hombre
Erase una vez un largo