25 de noviembre de 2010

Medio pan y un libro

Tenía preparada otra entrada para subir, pero acabo de leer un correo (de un buen amigo) en el cual se indica el discurso de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo. Me ha encantado, y por eso os lo dejo aquí. (Se publicó en El Polvorín)

Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.


8 de noviembre de 2010

Varado

Demasiada desidia coge este elemento que escribe. Hace bastante tiempo que no me intereso por lo que me más me gusta, que tengo la sensación de ser una brújula estropeada y que la sequedad de mis mucosas no me deja respirar. Desde luego que la aptitud no falta, pero hay algunos bichitos pequeños que no me dejan descansar. He llamado a JJM, pero sus hombrecillos no son los que me incordian. El caso es que tengo que borrar y borrar de manera repetida las cosas que escribo y que de tanto hacerlo he llegado a emborronar el papel. Al final, he optado por lo más sencillo, lo que todo niño haría, darle la vuelta al papel y tratar de aprovechar lo que tiene por la otra cara. Eso no quiere decir que no me acuerde ya de los borrones, ni que no vaya a volver a ensuciar de idas y venidas esa nueva cara, pero al menos, ahora puedo seguir ensuciando.
La otra noche, junto a la almohada y un poco de música de Chopin me tropecé con un nuevo libro. Es algo diferente a lo que venía leyendo en los últimos años pero me agrada, seguramente por el hecho de que no me entero muy bien de lo que dice (o de que me entero sólo de lo que quiero). En él se habla de ecuaciones, de científicos y de revoluciones, así que como os podéis imaginar tiene todos los ingredientes para un buen potaje de reflexiones. La cuestión es que me entretiene, y como siempre me gusta decir -si algo te entretiene no lo dejes, si por el contrario te aburre, abandona y no pierdas tiempo-. Estos días seguiré charlando con él, espero que entre las nubes que anuncian lluvia vengan algunos rayos de luz, aunque tampoco serán necesarios muchos.
Saltando entre ideas camina esta entrada, así que doy un brinco a mi otra afición, el deporte. Los entrenamientos siguen bien, añoro la bicicleta y la compañía de los nervios de las carreras, pero no me quejo. Al menos mi cuerpo me permite seguir haciendo series y series y el muy desgraciado ni se resiente (toquemos madera). Ya os contaré en otro momento como van, pero de momento ya alcancé las dominadas necesarias. Es una alegría poder seguir acompañando cada día de esos ratos al aire libre.
Hoy es un día peculiar, porque he terminado algo que empecé hace un mes y que se ha alargado más de los esperado. Seguramente sea el causante de un estado que ni me gusta, ni será permanente. Así que puedo cerrar la entrada con el placer del beneficio y de la victoria, aún siendo el esfuerzo final mayor del esperado siempre es impulsivo el hecho coronado.

Destierros

Destierros
Esperaremos la posibilidad

En honor a un gran hombre

En honor a un gran hombre
Erase una vez un largo