Empezar por el principio, por esa ciudad ocupada, pero vacía. El retrato de un anciano que precisa tratamiento urgente, un pueblo que sobrevive con su ayuda, con orgullo y con su arte. Paseando tocas su cultura con los sentidos, viendo y escuchando, riendo y bailando. Son calles únicas, su imagen es inconfundible y su estado lamentable. Destruidos por el tiempo aparecen esos muros que encierran tanto valor que sale por las ventanas. Como describir aquello que solo se puede ver con el corazón, La Habana, única, entrañable y sobrecogedora. Por su gente, por sus calles, por su historia.
Caminar para llegar, después de un largo camino, con historia para contar, siete horas hacen falta para poder cambiar la rueda de un autobús que finalmente regreso y
Una habitación de hotel inmejorable, Huesca, Aguilar y Cabra, qué se puede esperar que no haya ocurrido. Una puerta sin abrir, una bañera sin vaciar y un retrete que ocupar, tres camas y un destino, no dormir.
Un viaje que no podrá ser olvidado, por lo ocurrido y por lo que significa, sin duda un escalón más para alcanzar ese fin deseado, que aún no ha llegado pero que llegará. Revoluciones que nunca mueren, porque únicamente dependen de comportamientos que no pueden destruirse.
Si buenos son los viajeros, bueno será el destino.