Sobre las 15.30 llegamos a Chauoen, vamos hasta el apartamento alquilado y salimos a cenar. Aprovechamos bien el día, hasta las 21.00 más o menos, ducha rapidita y a ver el pueblo de noche. Paseos por la Medina, por los alrededores de la Alcazaba, con llamada al rezo de fondo como banda sonora y el ir y venir de numerosos vendedores de hachís y de artesanía local. Olores múltiples, quizás demasiados, a especias, a gato, a sudor, a barro y a mierda, a cansancio y a mucho, demasiado trabajo para tan poco beneficio. El sábado estuvimos todo el día recorriendo el pueblo, observando sus calles, probando sus tés y su comida (muy rica la ensalada marroquí, tomate y pimiento todo troceado muy pequeño y asado). Visitamos la cascada donde todos menos las mujeres pueden bañarse, éstas solo pueden lavar la ropa, las plazas menores, las callejuelas, los callejones, la Alcazaba y la torre. Compramos algunos productos de recuerdo, aprendiendo además la técnica del regateo, parece que es algo obligado, si no lo haces puedes quedar hasta mal. Un día largo, que nos sirve para ver como funciona por completo un pueblo que se acuesta tarde y se levanta muy temprano, que no descansa, que respira por sus puertas azules y sus escaleras empinadas que orientan la mirada a la montaña. Algo cansados dormimos para apurar las pocas horas que nos quedan en este país desorientado. El domingo por la mañana nos despertamos temprano para ir a darnos un baño a la cascada, el agua está helada pero ya que estamos allí hay que bañarse, disfrutamos de risas y de unas buenas piedras que nos sirven de toboganes. El resto del día lo aprovechamos para observar, un té en la plaza, una pequeña mezquita, una tienda de cajas de madera, ... A las 15.00 nos recoge el taxi que debe llevarnos de nuevo a la aduana, el camino es aún más largo, porque el tráfico es muy intenso, el chófer no habla nada español, o al menos eso quiere que pensemos. Mucha agua para el intenso calor y de nuevo a cruzar ese escalón que nos devuelve a Ceuta. El paso vuelve a ser angosto, papeles, lentitud, calor, marroquíes intentado sacar alguna moneda de los bolsillos que van de vuelta, policías que miran el pasaporte y que te dan permiso para pasar, al menos eso parece o eso quieren que parezca. Una reja a modo de atracción del terror nos lleva hasta la zona española, se escucha buenos tardes y de nuevo todo parece volver a la normalidad. Ya solo queda esperar, el barco saldrá a las 20.30, aunque un retraso de cuarenta y cinco minutos y un tiempo de otros cuarenta fondeados en la bahía de Algeciras hacen que no podamos desembarcar en la península hasta las 23.00. Cenamos pizza y decidimos pasar la noche allí, el lunes haremos los kms de regreso.
Hay numerosas conclusiones, algunas son demasiado evidentes, otras son demasiado dependientes del observador, y quizás, muy pocas son reales. Para mí son las imágenes que he visto, la forma de vida, el planteamiento y el pensamiento de una sociedad tan próxima en el espacio y la historia y tan lejana en el habitar. En la visita a la alcazaba me quedé con una cita que me pareció muy sugerente, quizás porque puede provocar numerosas analogías con temas que considero importantes, aquí os la dejo por si os gusta.
[Tuve la fortuna de conocer a este personaje en el libro "El arquitecto de Tumbuctú"]